La sensación de libertad me embriagaba. Estaba harto de mi ciudad nativa, y aún hoy, pasados treinta años, no siento deseos de volver a ella.

OCTAVA PARADA: JARDINES DEL ALCÁZAR

Los jardines del Alcázar es uno de los itinerarios preferidos por Luis Cernuda durante sus años en Sevilla. En dos de sus composiciones describe el ambiente de recogimiento y reflexión que representan estos jardines para el poeta.

    JARDINES DEL ALCÁZAR:
Ir de nuevo al jardín cerrado,
Que tras los arcos de la tapia,
Entre magnolios, limoneros,
Guarda el encanto de las aguas.
Oír de nuevo en el silencio,
Vivo de trinos de hojas,
El susurro tibio del aire
Donde las viejas almas flotan.
Ver otra vez el cielo hondo
A lo lejos, la torre esbelta
Tal flor de luz sobre las palmas:
Las cosas todas siempre bellas. 
Sentir otra vez, como entonces,
La espina aguda del deseo,
Mientras la juventud pasada
Vuelve.  Sueño de un dios sin tiempo.
Las nubes.

Se atravesaba primero un largo corredor oscuro.  Al fondo, a través de un arco, aparecía la luz del jardín, una luz cuyo dorado resplandor teñía de verde las hojas y el agua de un estanque.  Y ésta, al salir afuera, encerrada allá tras la baranda de hierro, brillaba como líquida esmeralda, densa, serena y misteriosa.
Luego estaba la escalera, junto a cuyos peldaños había dos altos magnolios, escondiendo entre sus ramas alguna estatua vieja a quien servía de pedestal una columna.  Al pie de la escalera comenzaban las terrazas del jardín.
Siguiendo los senderos de ladrillos rosáceos, a través de una cancela y unos escalones, se sucedían los patinillos solitarios, con mirtos y adelfas en torno de una fuente musgosa, y junto a la fuente el tronco de un ciprés cuya copa se hundía en el aire luminoso.
En el silencio circundante, toda aquella hermosura se animaba con un latido recóndito, como si el corazón de las gentes desaparecidas que un día gozaron del jardín palpitara al acecho tras de las espesas ramas.  El rumor inquieto del agua fingía como unos pasos que se alejaran.
Era el cielo de un azul límpido y puro, glorioso de luz y de calor.  Entre las copas de las palmeras, más allá de las azoteas y galerías blancas que coronaban el jardín, una torre gris y ocre se erguía como el cáliz de una flor.
    *
Hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje.  Allí en aquel jardín, sentado al borde de una fuente, soñaste un día la vida como embeleso inagotable.  La amplitud del ciclo te acuciaba a la acción; el alentar de las hojas y las aguas, a gozar sin remordimiento.
Más tarde habías de comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que tenían en tus sueños al borde de la fuente.  Y el día que comprendiste esa triste verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarte de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada.
Jardín antiguo.