La sensación de libertad me embriagaba. Estaba harto de mi ciudad nativa, y aún hoy, pasados treinta años, no siento deseos de volver a ella.

DÉCIMA PARADA: LA CATEDRAL

Cernuda realiza una esplendida descripción de la Catedral de Sevilla; alude a algunas de las grandes solemnidades religiosas de la ciudad, a la música del órgano y al baile de los niños seises.


LA CATEDRAL:
Ir al atardecer a la catedral, cuando la gran nave armoniosa, honda y resonante, se adormecía tendidos sus brazos en cruz.  Entre el altar mayor y el coro, una alfombra de terciopelo rojo y sordo absorbía el rumor de los pasos.  Todo estaba sumido en penumbra, aunque la luz, penetrando aún por las vidrieras, dejara allá en la altura su cálida aureola.  Cayendo de la bóveda como una catarata, el gran retablo era sólo una confusión de oros perdidos en la sombra.  Y tras las rejas, desde un lienzo oscuro como un sueño, emergían en alguna capilla formas enérgicas y estáticas.
Comenzaba el órgano a preludiar vagamente, dilatándose luego su melodía hasta llenar las naves de voces poderosas, resonantes con el imperio de las trompetas que han de convocar a las almas en el día del juicio.  Mas luego volvía a amansarse, depuesta su fuerza como una espada, y alentaba amorosa, descansando sobre el abismo de su cólera.
Por el coro se adelantaban silenciosamente, atravesando la nave hasta llegar a la escalinata del altar mayor, los oficiantes cubiertos de pesadas dalmáticas, precedidos de los monaguillos, niños de faz murillesca, vestidos de rojo y blanco, que conducían ciriales encendidos. Y tras ellos caminaban los seises, con su traje azul y plata, destacado el sombrerillo de plumas, que al llegar ante el altar colocarían sobre sus cabezas, iniciando entonces unos pasos de baile, entre seguidilla y minué, mientras en sus manos infantiles repicaban ligeras unas castañuelas.
La catedral y el río.



 Sobre las casas todas se erguía la catedral, y sobre ella aun la torre, esbelta como una palma morena.[ ... ]
Y el son de las campanas de la catedral, que llegaba puro y ligero a través del aire, era como la respiración misma de su sueño.
La ciudad a distancia.